domingo, 12 de octubre de 2008

Aprendí.


Llegado otoño, con una vida totalmente reorganizada, me senté con un té en una mano y un cigarro en la otra, y cavilé. Recordé todo el camino recorrido desde el comienzo del verano. Recordé y aprendí. No se aprende cuando lo vives, o lo sufres. Se aprende cuando lo piensas y rectificas de alguna forma. Aprendí que el destino siempre te guarda una segunda oportunidad, pero no tienes que aguardar por ella, porque si lo haces estarás tan obcecado que ella pasará a tu lado sin darte cuenta. Simplemente se te mostrará en el lugar y el momento adecuado. Así ocurrió, y hoy agradezco enormemente a quien puso mis pies y los suyos en las mismas dunas. Aprendí que los amigos se mantienen con cafés de por la tarde, no con mensajes de texto ni noches de descontrol. Muchas personas pasarán por mi vida al igual que yo lo haré por otras tantas, pero la esencia de lo vivido siempre quedará guardada como un bonito recuerdo. Si somos amigos de verdad, siempre podremos tomar un café cualquier tarde, hablar tranquilamente y solventarlo de forma madura. Eso es algo que también me enseñaron y ahora soy consciente de por qué a él le gustaba tanto el café. Otra lección fue la de seguir tus sueños. Cuando una persona tiene un sueño, tiene que luchar por él. Atrás quedarán tus aspiraciones, confidencias, pasiones o alegrías. Cualquier lugar es tu hogar cuando tú quieras verlo así, solo tienes que buscar un recodo íntimo y hacerlo tuyo.
Las primeras impresiones suelen configurar gran parte de lo que será la futura relación con esa persona. El calor del verano también me instruyó para valorar más a las personas y descubrir que no son malas ni buenas, simplemente establecen diferentes prioridades en la vida. Esto me permitió bañarme de grandes personas, que aún siendo desconocidas, tendieron la mano sin esperar nada a cambio. Suena utópico en los tiempos que corren, pero así ocurrió.
También aprendí que aprender es una virtud de la que no todo el mundo disfruta, y que escribir escuchando música, leer acompañado en el Parque Europa, o ir al teatro es inmensamente más gratificante que salir de fiesta o ver la televisión. Él fue un gran anfitrión en ese aspecto.
El verano dio mucho de sí, e innumerables moralejas no tendrían sentido sin la más importante: Aprendí a amar de nuevo. Pero también aprendí a ser amado.
Esa fue mi mayor conquista.

jueves, 2 de octubre de 2008

¿Capaz o incapaz?


El Juego había vuelto a empezar. Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico...¡Qué gozada! Era lo mejor del mundo.
Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que el costo, coca, crack, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, LSD, éxtasis.
Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, una orgía, una paja, el sexo tántrico, el Kama Sutra, las bolas chinas.
Mejor que la nocilla y los batidos de plátano.
Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del milenio.
Mejor que los andares de Emma Peel, Marilyn, la Pitufina, que Lara Croft, Naomi Campbell y que el lunar de Cindy Crawford.
Mejor que la cara B de "Abbey Road" , que los solos de Hendrix, mejor que el pequeño paso de Neil Amstrong sobre la luna, el Space Mountain, Papá Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson.
Mejor que Woodstock y las naves mas orgásmicas, mejor que los excesos del Marqués de Sade, Riambaud, Morrison y Castaneda.

Mejor que la libertad. Mejor que la vida.


Quiéreme si te atreves.




¿Capaz o incapaz?