Con el tiempo, la noche se había convertido en mi mayor enemigo. La puesta del sol marcaba la hora exacta en que mi habitación se sumía en la penumbra, eclipsando todo foco de luz artificial y, a su vez, cualquier ínfima presencia de esperanza. Entonces aprendí a ocultar mis sentimientos, como quien protege su bien más preciado, y a mostrar solo aquello que considerase oportuno. Ya no se me antojaba alentador mi rincón de la ciudad, donde pasaba las horas meses atrás, escuchando el abatir de las olas y, poco a poco, fui aceptando la realidad que se me mostraba, por muy inicua que considerase.
Y llegó San Juan. Y con él, el solsticio de verano, aplazando así la llegada del anochecer. Los días regresarían lentamente a su cauce habitual, amparados por los contínuos planes vacacionales que exigían una evasión completa de cualquier tipo de cavilación. Todo esto implicaba nuevas amistades, nuevos lugares y nuevos sentimientos. El amor había pasado a un segundo plano en una coyuntura donde lo primordial era la serenidad interior, algo que se mostraba difícil o imposible cuando se trataban de simples compañías. En alguna ocasión creí haber encontrado la felicidad en la elástica sonrisa de algún atractivo hombre, pero el transcurso de los días bastó para determinar la insensatez de mis/nuestros pensamientos. Pero para mi asombro, ella llegaría unas cuantas semanas más tarde de la forma más inesperada...
A su vez, el grupo se encontraba en un delicado momento donde la distancia se había convertido en el mayor enemigo que hasta ahora nos habíamos cruzado, otorgándonos la oportunidad de conocer y apreciar a otras personas fuera de nuestro radio. El verano iba transcurriendo y encarándose hacia la recta final, cuando yo encontraría al fin la ilusión de nuevo, algo que ya sabía que se vería frustrado con la llegada del otoño. Inteligente, simpático y atractivo, así era mi arquetipo de chico hasta que descubrí que realmente existía y encontré en él mis deseos por entregar el cariño que tenía acumulado, recibiendo a cambio algunos de los mejores momentos que recordaba en mucho tiempo. Y así sucumbió la prudencia, encaminándome irremediablemente hacia un laberinto sin salida.
Entonces decidí aprovechar al máximo los segundos que me dispensase el reloj de arena puesto en marcha tiempo atrás, aún sabiendo que en ese mismo instante me estaba conviertiendo en un kamikaze...
Y llegó San Juan. Y con él, el solsticio de verano, aplazando así la llegada del anochecer. Los días regresarían lentamente a su cauce habitual, amparados por los contínuos planes vacacionales que exigían una evasión completa de cualquier tipo de cavilación. Todo esto implicaba nuevas amistades, nuevos lugares y nuevos sentimientos. El amor había pasado a un segundo plano en una coyuntura donde lo primordial era la serenidad interior, algo que se mostraba difícil o imposible cuando se trataban de simples compañías. En alguna ocasión creí haber encontrado la felicidad en la elástica sonrisa de algún atractivo hombre, pero el transcurso de los días bastó para determinar la insensatez de mis/nuestros pensamientos. Pero para mi asombro, ella llegaría unas cuantas semanas más tarde de la forma más inesperada...
A su vez, el grupo se encontraba en un delicado momento donde la distancia se había convertido en el mayor enemigo que hasta ahora nos habíamos cruzado, otorgándonos la oportunidad de conocer y apreciar a otras personas fuera de nuestro radio. El verano iba transcurriendo y encarándose hacia la recta final, cuando yo encontraría al fin la ilusión de nuevo, algo que ya sabía que se vería frustrado con la llegada del otoño. Inteligente, simpático y atractivo, así era mi arquetipo de chico hasta que descubrí que realmente existía y encontré en él mis deseos por entregar el cariño que tenía acumulado, recibiendo a cambio algunos de los mejores momentos que recordaba en mucho tiempo. Y así sucumbió la prudencia, encaminándome irremediablemente hacia un laberinto sin salida.
Entonces decidí aprovechar al máximo los segundos que me dispensase el reloj de arena puesto en marcha tiempo atrás, aún sabiendo que en ese mismo instante me estaba conviertiendo en un kamikaze...