domingo, 28 de septiembre de 2008

Ese día, eres feliz.

Siempre nos han inculcado que la finalidad en la vida es la búsqueda de la felicidad. Felicidad como sinónimo de un trabajo digno, una familia estable y tiempo extra para el ocio. Cierto es que para llegar hasta ese punto de satisfacción personal también es necesario que el entorno que te rodea observe, valore y envidie en cierta forma tu buen puerto. De hecho inconscientemente recibimos a través de los diferentes medios de comunicación información de las mil y una catástrofes naturales o propiciadas que nos hacen sentir dichosos a la vez de tremendamente egoístas. Ahora bien, este tipo de felicidad es transitoria, pues nunca llegas a una estabilidad en la que puedas aclamar que realmente has llegado a la felicidad plena y que a partir de ahora tu vida será un camino de rosas. Puede que quizás seas feliz durante los minutos que dura el nacimiento de tu hijo, las horas en las que ves la película de tu director favorito, o los días de viaje en la Guayana Francesa; incluso los meses de vacaciones (eso suponiendo que superen el mes). Pero nunca será una felicidad tan sincera como la que descubres cuando te despiertas con una sonrisa en tu boca. No recuerdas en qué has soñado pero te gustaría repetirlo todas las noches. No sabes qué te deparará el día pero simplemente estás alegre. Te levantas de la manera más enérgica posible y pones la música a todo volumen. Piensas en tu familia, en tus amigos y en tu novio, en lo mucho que los echas de menos o en lo agradecido que les estás. Tienes ganas de comerte el mundo y por un día no permitirás que sea al revés. Y algo tan simple y monótono como tomar un café con tus amigos se convierte en una interesante conversación. Luego llegas a casa al final de la jornada y te acuestas en cama, sabiendo que en el momento en que te quedes dormido esa sensación se acabará y mañana será un día cualquiera, pero simplemente ese día y solo ese, eres feliz.

Es algo que no tiene explicación (y si existe, no tengo conocimiento de ella) pero que todos hemos sentido en algún momento de nuestra vida. A cualquier persona le encantaría poder descubrir el secreto para levantarse así todas las mañanas. Yo me incluyo dentro.

Pero lo cierto es que no puedo negar que desde hace algún tiempo sienta algo parecido todas las mañanas. Soy consciente de que el sueño que he tenido no ha sido el detonante, ni el día que me espera por delante, es algo más simple. Se trata de saber que hay otra persona que también se ha levantado así. Una persona que te ama, alguien con quien tienes una afinidad especial y con la cual compartes gran parte de tus aficiones. Los días de espera o los recorridos se hacen más cortos, las horas de aburrimiento más amenas y los momentos íntimos más especiales. Al fin y al cabo es otra forma de felicidad. O quizás sería más apropiado llamarle amor...

2 comentarios:

Oscar dijo...

:)

Entiendo lo que dices. Hay días en los que uno se levanta extremadamente eufórico o sensible; igual tiene que ver con el sueño que lo preceda, xD.

De todas formas ya me contarás qué ocurrió con en ese sueño xDD

Te extraño....

Thiago dijo...

Bueno, me hago una idea, jaja empezaste a escribir con un novio, no? pero ahora no sé si sigues con él o no, pero me parece que no, y que todavía te duele...

Eso si, escribes bien, con mucha sensibilidad, cari.

bezos.